EL AMANTE DE LA MENTIRA FRESCA

EL AMANTE DE LA MENTIRA FRESCA
Por Armando García

Tontería monda: quedarse fuera del ruedo político. No señor, no es difícil reunir los requisitos. No hay dios ni ley que se lo impida. Cualquiera puede ser candigato o candichato. Esta es la tierra de las oportunidades. Nada de saber leer ni mucho menos escribir, cuantimás hablar. Esa cuestión la resolverán los asesores el día que usted esté encaramado en la cima prodigiosa de la montaña dorada de Corruptonia.

¿Honradez? Cualidad retrógrada, arcaica… de los tiempos del General Cabañas. Recuerde que, hasta la mancha más rebelde, por muy indeleble que sea, se puede desvanecer —como por arte de magia, mediante ese detergente por el cual hasta los perros bailan: el dinero— antes, durante y después de las elecciones (estilo Honduras).

¿Honradez? Requisito no indispensable. Olvídese de esa retranca de la decencia, el decoro, el pudor, el crédito y el pundonor; no, amigo, estos son asuntos de anticuarios. Esos valores ya ni se discuten. Son cuestiones que solo habitan en la mente de los cabeza-caliente. Los tiempos han cambiado. Los perfiles son otros y otras las cualidades. Por ejemplo:

Usted es un obsesivo de la demagogia. Es amante de la mentira fresca. Hace saber a los de su entorno que tiene puras manos… no manos puras. Es amigo, hasta el fetichismo, de la hamaca de las haraganerías. Tiene el síndrome de Morfeo en sus laureles. Promete cortarles las manos, las uñas y los privilegios a los narco-corruptos (valga la redundancia). Dice ser abanderado del cambio y la revolución (que iba a haber). Es capaz de llorar con expresión “humana” por las cosas y las cazas y las casas y las caras que no siente. Es un «luchador» de medio siglo. Tendrá un gobierno alejado de los amigotes y la parentela afín y consanguínea. Y promete y promete y promete la seca y la Meca. ¡Cabal! Su dossier arroja un perfil precioso de PRESIDENTE (de la República o de los reos).

Usted le mete al trámite del ciber-business y al del marketing de la güevianza de la gobernanza. Es malabarista del cálculo. Prestidigitador de los puntos ciegos y de los ciegos que hay en el punto y… a punto de punta. Conoce de tintas simpáticas para tornar y metamorfosear invisibles furgones, mercancías y afines de los confines (de lucro). Hace gala de honestidad y de apego a la ley (del más fuerte). Agarra a discreción en efectivo, en especies y bajo la mesa. Pregona a los cuatro vientos que con usted hay qué joderse. Su ficha nos lleva ante un envidiable currículum: ADUANERO.

Digamos que su debilidad son los traguitos de vez en cuando, a cada rato, consuetudinariamente, graneados y de por vida. Tiene una mara de amigos de línea blanca, de familiares del trafago, de periodistas-orejas (valga el pleonasmo) y panas de la barra que le quema incienso. Antes y después de la resaca le gusta jalarle, alegre, al gatillo alegre contra sus seres «queridos». Se hace rodear de ineptos (alquilados y comprados). Se hace de la vista gorda para la vocación de dejar hacer, dejar pasar: con tal de pistear. Pone la caradura ante las acusaciones y las críticas. Le vale verga la comunidad y el qué dirán. Es fanático de los viajes —con esos dineros deleznables del erario— a tierras de extranja y campeonatos futboleros. Se sueña parlamentario «unionista» y centroamericano del Palafrén. ¡Espectacular! Estamos ante un caso supino de selección de la especie: ALCALDE(ablo).

Macho cabrío a tiempo completo. Mujeriego, pendenciero, marrullero y jugador. Irresistiblemente guapo de nacimiento. Cazado varias veces y casado con múltiples varonas (y varones), bajo el método del dolo del Padre Matocho. Perseguido no solo por féminas y féminos. Carente de iniciativa de ley. Ágrafo y áfono que no abre las tapas de la buchaca ni siquiera para decir esta jeta es mía. Narciso, esclavo loco del espejo loco. Impune con poder legislativo. Inmune con prerrogativa de ley para delinquir. Prometedor de todo y cumplidor de nada. No le busque vuelta a la hoja, estamos ante un honorable perfil de un proto-padre de la patria: DIPUTEADO.

Este es un año político: época de pulir los mitos. De agregar grados, títulos, diplomados, cursos y post grados y cualidades inexistentes. De resolver el problema personal, familiar, grupal y de por vida. Momento supremo de venta y publicidad de imagen. De buscar especialistas y especia-listos en esa falsaria materia de prefabricar perfiles prepagos. Es tiempo, pues, de meterse a la pesca de altura, de embarrarse de la que dijo Torres, desde la mollera hasta los codos, en las deyecciones de ese río revuelto de la politiquería de Corruptonia.