LA RULETA MILLONARIA DE LAS VACUNAS

LA RULETA MILLONARIA DE LAS VACUNAS
Por Eduardo Bähr

Cuando mi hijo me llevó a la UNAH (1) para la primera dosis de la Sputnik para mayores de sesenta años, me sorprendió de manera grata el orden, la organización, la disciplina y la puntualidad con la que cumplieron con su obligación.

Después de vacunarme, me dieron una papeleta con la fecha y hora de la dosis definitiva. Yo sabía que si esa etapa no se cumplía, la eficiencia de la primera dosis quedaría en cero y yo estaría expuesto al virus maldito. ¡Así fue!

Mi hijo me llevó e hicimos nuestra parte. No había nada: ni universidad, ni encargados del ministerio de salud, ni enfermeras, ni médicos, ni vacuna, ni segunda dosis, ¡ni nada! Solo había una larga fila de viejos ciudadanos hondureños, hombres y mujeres, que ya dieron sus mejores años sirviendo de muchas maneras al país.

Entonces me pregunté: "Si alguien de mi familia tiene su salud en mis manos y yo corto las indicaciones. Si parto en dos la medicina y le doy sólo la mitad, ¿no es que mevaleverga que mi pariente se muera?”

¿Mientras espero que la otra mitad pueda ser vendida por alguien que la tiene almacenada esperando saltar sobre mi desesperación? ¿Por qué no se la he dado a mi pariente en sus dos partes, como un niño de diez años espera que debe ser?

Luego escuché noticias autorizadas científicamente en las que el mensaje para mí era: "¡Vaya, en vez de asegurarte la vida parece que te acercaron a la muerte!". (Porque si no te ponen el refuerzo como debe ser, la primera dosis perderá su objetivo).

Aquí sigo, esperando a que la primera dosis esfume su efectividad, mientras gente privilegiada compra su pasaje para ponerse la segunda en países del primer mundo; y pensando en lo que dijo el gran escritor hondureño Tito Monterroso (2), mientras buscaba otra nacionalidad, porque aquí había alguien que amarraba las alas del país para que siguiera estando, en pleno tercer milenio: "en el culo del mundo".

1 Universidad Nacional Autónoma de Honduras - UNAH
2 Augusto Monterroso Bonilla, escritor hondureño, maestro de la minificción. Nació en Tegucigalpa en 1921 y falleció en la ciudad de México en el 2003. Se nacionalizó guatemalteco y se exilió en México.