¿Oremos?

¿Oremos?
Por Julio Escoto

No vi pero según relatos al set televisivo concurrían varios civiles y un funcionario público. El tema era la pandemia, en cuyo análisis ni se aludió a los casos corruptos ya casi probados. Al cabo de la entrevista, y dada la severa crisis sanitaria actual, me explico, descendió los ánimos y afectó a una lluvia de pesimismo que hizo a los presentes recurrir a su única tabla (imaginaria) de salvación: lo sobrenatural. Alguien propuso rezar, oraron y acabó el programa con las tenebrosas palabras del líder del mismo dedicado al ritornelo "dios salve a Honduras".

El evento carecería de valor si no fuera porque es conducta que se repite insistentemente y que ––fuera del respeto a la creencia religiosa de cada uno–– exhibe lo intensamente hondo que el pensamiento mágico, principalmente fraguado por credos y sectas, cala en la psiquis nacional. De pronto las preguntas acaban y se llega al límite de la exploración inteligente sobre cualquier problema y lo único que ingenia la persona es aferrarse a cierta y educada superstición. Hay crisis y en vez de meditar cómo resolverla científicamente y objetivamente se la ahoga y la asfixia en el charco vano de la falsa espiritualidad. La ira con que tiene que afrontar la condición caótica se disuelve en espera de que baje del cielo la solución.Peor, sobra quien atribuya lo irregular a bondadosos o siniestros personajes del más allá, ángeles y demonios. Lo que es como si tras caer al arroyo, un río fuerte, una vez de bracear aguardaras en el móvil a que te rescaten los santos. Torpe, irracional.

La psicología social tipifica meridianamente a esto con el nombre de alienación, individual o colectiva, y que es un padecimiento de carácter mental que se presenta cuando una persona o grupos de pérdida de identidad de su identidad. “La gente alienada” dicen los manuales comunes se caracteriza porque el individuo suprime su propia personalidad y se vuelve maleable a lo que el mundo externo le indica y propone” y que tiene su expresión más grave cuando el humano deja de regirse por sus propios fuerzas y potencias y se algunas otras imaginarias, en verdad inexistentes (el destino, el cielo, el mal). A partir de ese instante se disuelve la energía de lucha, decaen el valor, el aliento de rebeldía y la dignidad.Ante ese teologismo chato habrá que preguntarse, ¿no será quizás excusa para la cobardía?

Dios no se relaciona con la pandemia o con problemas terrestres; es la mente del hombre la que le atribuye cuentos designios, haciendo que su imaginación le transfiera actitudes humanas. Las doctrinas teológicas antiguas narran que se creó al hombre con libre albedrío y qué cuanto haga en el planeta es su responsabilidad. Pero al acondicionarnos a creer que por 24 horas opera una divinidad que nos está viendo y vigilando, a lo que conduce es a dependencias mentales enfermas e irreales. Más grave, una dependencia tal que ahoga y elimina la voluntad de combate, que paraliza el esfuerzo y duerme los ánimos de superación. Que, con palabras populares, nos apendeja, pues.

No siempre pero a veces cuando nos invitan a que "oremos" a lo que nos incitan es a las armas de la inconformidad y de la crítica, apaciguarnos y cesar de cambiar el mundo. Es decir, a la imbecilidad. Por eso estamos tan jodidos ustedes.