YO LES PROMETO...

YO LES PROMETO...
Por Armando García

¿Querés participar en el río revuelto de la polítiquería? Seguí estos consejos, me dijo un viejo zorro de la politiquería, mirá este PRIMER PASO: a los partidos políticos se llega con estos dos asuntos, gente y dinero. Si no tenés gente, metete al ruedo con un buen bulto de billete fresco (no importa su procedencia: pisto es pisto); con él te sobra y basta para comprar todo lo de más y a todos los demás (y agregaba con ironía): y lo que haga falta. Recordá lo que dice la canción de mi primio Quinito Méndez: «¡Por la plata baila el mono!».

PASO SEGUNDO: el quid (pro quo, dicen los cultos) no sólo es tener dinero, muchacho, hay que tener también ángel. Pensá que si el aspirante tiene fama de agarrado, de avaro, que sólo piensa como el rastrillo del reloj millonario de las ferias: «todo para mi faltriquera», será difícil, aunque sea escogido por Dios para gobernar estas Honduras, que la gente lo compre como candidato de las «multitudes». Recordá siempre la máxima de los abuelos: «hasta para caer mal hay que tener gracia».

TERCER PASO: no importa que no sepás hablar. Con moneda todo es posible. Si Disney hizo hablar a los animales. Vos, que sos humano, podés pagar a un foniatra (o a los teatreros Murillo-selva, a los dos Titos, 8-A y Estrada o Saul Toro) que te den un cursito rápido de impostación de voz y dicción «para hablar hasta por los codos». Si eso no resulta, alquilá gargantas —como en el beisbol— emergentes que te «hagan el trabajito» de hablar por vos. Estos a su vez te pueden servir de guardaespaldas intelectuales que pregonen a los cuatro vientos «tus atributos» y pidan el voto por tu calaña.

TETRA PASO: aprendé a sofrenar la lengua. Hablá un lenguaje alejado de lo terrenal, bueno, como el del Himno Nacional: muy celestial. Y, en este aspecto, guardá un enorme equilibrio, igual al que usa el presidente de la república, o sea: «no decir toda la verdad ni echar toda las mentiras». En esa sensatez no hay compromiso y quedás bien con Dios y con el Diablo.

PENTA PASO: sal, fundamental, de la politiquería: la demagogia. La mentira sólo mancha el labio infantil, muchacho. Y el «maystro» Goebbel afirmaba que una mentira dicha mil veces resulta —a la larga, de tanto repetirla— verdad. Aquí, en este renglón, tenemos alta escuela. Hay que prometerlo todo y cumplir nada. Recordá que Pajarito, maestro en el asunto (el tal Villeda Morales), prometía puentes donde no había ríos y construir ríos donde no había puentes y vicerveza.

PASO SEIS: este pueblo, muchacho, es mágico religioso. Si en Guatemala ganó el genocida de Ríos Mont con una Biblia bajo el sobaco, puede que aquí se pueda. Hay que camuflarse de «cristiano nuevo». Con esto se puede dormir incautos, a veces da resultado, todo y cuando no se le note la costura a los cuernos de hereje al semoviente del hato colorado, al pájaro del jabón Dove, al golpista chonte verdeolivo (valga la redundancia), al coyote o al lobo de la misma loma o a aquel caco azul de la monarquía que se le mete el agua por el hoyo de sus zapatitos escueleros…

PASO SIETE: cabalísticamente este número es peligroso. Hasta aquí ya las tenés todas contigo para encasquetarte en una tu candidatura. Tenés que alistar una camionada de narcobilletes, de los grandes (no importa que «seyan» del bajo Aguán o del Alto Valle de Occidente), para alquilar gargantas radiofónicas y televisivas y rentar amanuenses con pluma de buena pedrada que escriban sobre vos hasta por joder. No se te olvide tarifar un par de analistas en la sociedad servil, perdón, civil; hay unos con buen kilometraje, linces en ayudarte a vender imagen. ¿Cualidades? Si no tenés méritos, alejá preocupaciones, hermano, ellos, consultores de experiencia son mejores inventores que los innovadores japoneses.

OCTAVO PASO (Puyo, dicen en Tepas los malnacidos): no dejés de lado el espejo, muchacho. Ensayá en él: una cara dura ante el reclamo y un rostro edulcorado, nivel caramelo, especie de vitrina bonachona, cuasi de buena persona, para las relaciones públicas y púbicas. Fingí que sos buen hijo, amoroso padre y fiel amante de tus varonas (& varones). Y lo que haga falta, muchacho, lo aprenderás —a tontas y a locas, si quedás con vida y dinero— en los anales de la límpida politiquería al estilo de la dedocrática respública de Corructonia, de la región del Absurdistán. Vale.

Florencia, año del polvo de aquellos lodos