Zedes o venta de un país al mejor postor

Zedes o venta de un país al mejor postor
Por Víctor Manuel Ramos

Juan Orlando Hernández, presidente usurpador de Honduras, está vendiendo el territorio nacional. Actos de Traición a la Patria, Honduras no es enajenable y la soberanía nacional no se puede vender. El nefasto hecho se ha producido en la isla de Roatán, ―uno de nuestros paraísos privatizados que, por cierto, no disfruta la mayoría de los hondureños sometidos por la miseria― donde muy pronto los hondureños no podremos viajar porque será territorio con su propia administración y leyes. Los isleños, ciudadanos de esta Honduras atormentada, se convertirán en apátridas al servicio de los dueños de ese invento deplorable que han dado en llamar ZEDES. Los habitantes de las Islas de la Bahía, sin la protección de nuestras leyes, que son realmente papel manchado con tinta, tienen importantes reivindicaciones y derechos sociales, que no serán reconocidos en esos territorios arrancados a nuestra soberanía nacional.

Así como van las cosas, si el presidente usurpador sigue poniendo en venta el territorio nacional al mejor postor, cuando se acaben los cincuenta años en los que pretende gobernar ya no tendrá ni territorio ni nación sobre la cual ejercer su mandato arbitrario. Será entonces, aún más, un presidente de mentirijillas, como Juan Guaidó. Y esto de los 50 años no lo miremos con desdén, porque los gringos, sí ven la posibilidad de ir comprando por girones esta patria de Morazán. Y lo harán, mantendrán a JOH o a otro secuaz en el puesto a como dé lugar, con todos los recursos que Gringolandia tiene para el mantenimiento de la “democracia” en el mundo: el garrote, las sanciones, el bloqueo, el soborno, el golpe de Estado o el chantaje jurídico ―no se olviden que JOH está mencionado como actor en el tráfico de drogas en el juicio de su hermano en New York.

Las ZEDES, de acuerdo con la legislación aprobada por el Congreso Antinacional, gozan de autonomía funcional y administrativa. Contarán con jueces y tribunales propios que se regirán de acuerdo con la oferta y la demanda de quien ofrezca algo para resolver un conflicto o delito. Estos tribunales se basarán en leyes extranjeras, anglosajonas, o en las propias; contarán con su propia policía (gasearán y apalearán sin misericordia a quien proteste), con sus leyes penitenciarias y con cárceles propias.

Tendrán un sistema financiero independiente, podrán expropiar a los ciudadanos que tengan propiedades bajo su jurisdicción y fijar el precio que debe pagar, fijarán y cobrarán sus propios impuestos y las tarifas de los servicios públicos, tendrán sus puertos y aeropuertos y podrán importar o exportar desde ellos sin intervención del Estado. Las mercancías que ingresen a Honduras destinadas a las ZEDES no pagarán impuestos, tampoco pagarán el impuesto sobre ventas en transacciones con nacionales que viven en “la otra orilla” de la ZEDE, es decir en la desventurada Honduras continental, y tendrán su propio sistema escolar para atosigar a los niños de un sentido de “aguante”. Vaya que será todo esto una maravilla.

Y ¿qué nos ofrece el Estado a cambio de todo esto? ¿Gozaremos el resto de los guaymurenses de a pie de las mismas maravillas que se ofrecen en las ZEDES? Lo cierto es que todo esto es una pura ficción. Ni los hondureños que vayan a vivir y laborar en las ZEDES cambiarán su vida, ni los que vivimos en la parte “atrasada” de Honduras gozaremos de mejores posibilidades. En las tales ZEDES se aplicará la ley del que impone la plata y los hondureños que laboren ahí serán ciudadanos de segunda, nuevos esclavos de conquistadores que no llegan en carabelas pero sí en aviones, en algunos de ellos trasportarán drogas, y llegarán con maletines llenos de dólares para comprar las conciencias depravadas de quienes nos desgobiernan.

Los isleños ya han puesto en remojo las barbas de los usurpadores. Han advertido que prefieren morir y no permitir que se entregue su tierra a estos nuevos encomenderos. Solo la resistencia a nivel nacional permitirá que se materialice el ejercicio de la soberanía, de no ser así, todos los catrachos, los del pueblo más macho, tendremos que hacer maletas con nuestras desgracias y vagar por el mundo como parias.