Independencia y presidentes de Honduras (I)

Independencia y presidentes de Honduras (I)
Por Gustavo Zelaya

Con el sistemático ataque de muchos presidentes contra el sistema de salud pública y la presencia del coronavirus, se sospechaba que septiembre sería distinto; se altera todo y está en riesgo la existencia humana, aun así, los patrioteros de ocasión se ingenian para simular civismo en Zoom, concursos virtuales de bandas y palillonas y uno que otro burócrata sacrificándose por la patria al declararse sintomático.

Iniciaron el mes con el día a la pisoteada bandera; los gobernantes saqueando fondos públicos y celebrando la independencia con la “novedosa” ley electoral que tiene, vía tuit, la cínica y descarada venia del departamento de estado norteamericano y del COHEP. Nada diferente a la anterior. Tal vez cierran el mes con las carreritas de San Juan hacia la embajada norteamericana con las planillas que deben recibir la obligada bendición del tío Sam. El clímax se logra el 28 cuando la capital recibe los pliegos de la independencia.

Más que la supuesta emancipación, parece que celebran a seres mitológicos que alcanzaron la cumbre, una especie de Valhalla, sólo que algunos del patio están vivos y sin gestas heroicas se colocan al par de los dioses. Y se la creen. Son los que lograron la presidencia de la República; modelos perfectos del civismo. Para no desentonar y hacer gala de la habitual incultura política, los actos por la independencia se abren con invocación al dios del momento: cristiano, judío o musulmán; depende de la circunstancia.

Esa pasión teológica parece normal, pero es muy raro ya que fue esencial en los independentistas de 1821 la formación del Estado laico; y, claro, para mayor corrección en las formas, los de ahora izan la bandera y escuchan el himno colocando la mano derecha sobre el corazón; es patriotismo en gran nivel y el ejemplo se nota en Mauricio Oliva o en CC-4, alias, Juan Hernández. Los expertos en concesiones para el capital extractivista, sospechosos de estar vinculados al narcotráfico.

Supongamos que funcionarios y gobernantes tienen y han tenido un elevado amor a la patria. Al revisar algunas acciones nos damos cuenta qué entienden por servir a la patria y qué cosas están ocultas en esa mítica oficial conocida como Historia de Honduras.

La fábula dice que la reforma liberal de Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa puso las bases del Estado moderno y nos conectó al sistema capitalista mundial. Con gran generosidad, entre 1876 y 1889, abrieron las puertas del país a independentistas cubanos como Máximo Gómez, Antonio Maceo, Carlos Roloff y Eusebio Hernández. Pero el texto oficial no dice que por medio de una operación de inteligencia la corona española sobornó al gobernante; así, Soto otorgó a algunos cubanos propiedades y cargos en su gobierno, con la intención de alejarlos de la lucha independentista. Una de las consecuencias del gobierno de Soto fue convertirse en millonario por sus inversiones en la minería. Al radicarse en París en una carta le dice al gobernante de Guatemala Justo Rufino Barrios, que con gran dolor dejaba su corazón en Honduras; Barrios le contestó que al menos dejaba algo “porque te robaste todo”.

El presidente más admirado por el actual gobernante fue Tiburcio Carías; desde 1933 se mantuvo 16 años en el poder con el apoyo de las compañías bananeras y la dura represión de algunos opositores; sus lacayos sostenían que era el hombre más bello de Honduras. El 6 de julio de 1944 el ministro de guerra, Juan Manuel Gálvez, reprimió una manifestación pacífica en San Pedro Sula; parte de las personas asesinadas eran mujeres, el esbirro fue el Mayor de Plaza Juan Ángel Fúnez; el diputado gobiernista Plutarco Muñoz declaró: “Que en efecto hubo sangre en las aceras de San Pedro Sula, las mujeres estaban menstruando”. El premio para Gálvez, abogado de las compañías bananeras, fue la presidencia de la república. Sus admiradores lo tienen como simpático, demócrata y modernizador del Estado.

El golpe de estado de 1963 derrocó al liberal Ramón Villeda Morales, años después y para orgullo familiar, el militar golpista lo nombró embajador en la ONU. La historia de su partido lo tiene como demócrata por excelencia. En su período, mediante ley del Estado, ordenó decomisar y quemar libros que hablaran de cosas rojas, incluyendo Caperucita. El 6 de septiembre de 1961, con pleno conocimiento de Villeda Morales, once hombres fueron fusilados en la zona de Los Laureles en Comayagüela. El ejecutor de la matanza fue el capitán Rafael A. Padilla, cumpliendo órdenes del director de la Guardia Civil, Marcelino Ponce Martínez y del ministro de Gobernación, Ramón Valladares. Tanto autores intelectuales como los ejecutores siguen impunes.

El modelo perfecto del golpismo fue Oswaldo López Arellano. Actor directo de al menos tres golpes de Estado, amigo fiel de todos los gobernantes hondureños desde 1957 hasta su muerte en 2010. En 1975 y de la mano de su ministro de economía, Abraham Bennaton Ramos, recibieron millonarios sobornos de una compañía bananera, fueron separados de sus cargos. Después, como prestigiosos empresarios, se convirtieron en símbolos del éxito financiero para el Consejo Hondureño de la Empresa Privada, hasta impartirles conferencias sobre responsabilidad social y ética de los negocios.

Otro ícono del patriotismo y de excelso lenguaje, fue Roberto Suazo Córdova. De 1981 a 1986, convirtió al país en plataforma de agresión norteamericana contra Nicaragua, instaló cementerios clandestinos para casi 200 personas que pensaban diferente; ordenó el desaparecimiento de personas dignas opuestas al régimen, torturó cientos de ellas en casas de seguridad. Sostuvo que las personas desaparecidas seguramente estaban en Saturno o en alguna estrella lejana. A cambio de la construcción de un estadio de fútbol en su ciudad natal dotó de pasaporte diplomático a un español acusado de evasión de impuestos.

Otro de esos individuos fue José Azcona, tan honesto que no se responsabilizó de actos de corrupción de sus ministros; una de las cumbres de su gobierno consistió en rodearse de oftalmólogos ya que padeció de ceguera parcial al sostener que no miraba la crisis económica del país, que tal asunto era invento de la oposición. Totalmente obscuro en su gestión.

*Espere mañana parte II